El silencio
me conmueve
y más aún
si es a media luz
en la noche
cuando la vida
duerme
y sólo se oye
a las gaviotas
sobrevolar
con sus cantos
el cielo
que merecen
para poder
contemplar
como ladran
los perros
en persecución,
con los aullidos
que se sienten,
y a los gatos
merodear,
entre las bolsas
que del basurero
vierten
y puedo fijarme
más aún
en lo que percibo,
y el silencio
me esconde
entre las horas
tenues,
son dispares
los pequeños sonidos
que recogen
mis oídos,
las luces
que iluminan
el exterior,
son reflejo
de los ausentes,
de la huella
con la que
se ilumina
cada acera gris,
con una apariencia
casi solemne,
que con reposo
medito
con inspiración,
para el ser
que con retórica
ilumina
mi mente,
con la que busco
retratarme
de ensoñación,
a un lado
de la cama
lo relata
con paciencia
en lo que siente,
que busca el final
para ser yo,
quién alcanza
el deseo
de un poema,
que me inspira
en la tenacidad
con la que
me tiene,
en lo sutil
de cada palabra
con la dedicación,
que llena
como el silencio
de quién lo sueña
consciente,
ahora
sólo es el sueño
y la inspiración,
la que busca
el silencio
para sentir
que ya duerme.